Wednesday, February 07, 2007

Articulo de emeequis

por Viétnika Batres la69@eme-equis.com.mx



Un año. Doce meses. Cincuenta y dos semanas. Trescientos sesenta y cinco días. ¿Cuántas cosas pueden pasar en un año? ¿Cómo te cambia?Un par de adolescentes celebra un año de novios. Es su primera relación de verdad. Sus sentidos están frescos, receptivos. Su energía sexual es inagotable. El deseo los sorprende a la vuelta de la escuela, a la salida del Metro, entre las butacas del cine, en el asiento trasero de un auto. El tiempo no cuenta. Es más, no existe. Pero la experiencia ha empezado a acumularse. Y les ha puesto en alerta contra esos inconvenientes del amor duradero: el resentimiento acumulado en cada pelea sin importancia, los celos, la infidelidad, las aspiraciones incompatibles. No se lo dicen uno al otro porque están ocupados en besarse.Una pareja de jóvenes profesionistas llega a su primer aniversario de vida en común. ¿Ha sido fácil? La respuesta es difícil. Se quieren (mucho), se atraen (el sexo es inmejorable)... Se toleran. Y a veces francamente no se pueden ver ni en pintura. La pugna por el poder está al orden del día: se trata de ver quién tiene la razón, quién dice la última palabra, quién se sale con la suya. Y por qué no, si ambos tienen igual peso en la toma de decisiones. ¿Me toca el súper? ¿Estás segura de esa película? ¿Vamos con tus papás o con mis hermanos? El estira y afloja es desgastante, ¡e-xas-pe-ran-te! No obstante, algo los salva: las reconciliaciones todavía saben a orgasmo y helado de chocolate.Un aniversario de bodas más. Entre tantas cosas por hacer –levantar a los niños y mandarlos al colegio, ir a trabajar– ninguno de los dos se acuerda. A mediodía sólo uno hace escala en casa para preparar la comida y vigilar que se haga la tarea. El otro cae a la hora de la cena, apenas para besar a las criaturas somnolientas. En algún momento nota el florero con rosas rojas y la tarjeta. Entonces se acerca para murmurar que agradecerá el detalle bajo las sábanas. Y lo hará, pese al cansancio.Casi sin darse cuenta un hombre ha sobrevivido al primer año de su divorcio. Anota en la agenda una cita prometedora. Entonces se da cuenta: hace un año estaba formalizando la separación. No fue la tragedia que imaginaba. Lo difícil, en todo caso, ocurrió antes, mucho antes de llegar frente al juez. Mira la fecha del próximo sábado y ratifica: le satisface su vida de soltero. Cuando abre la puerta de su depto, ese su pequeño reino, un vago placer le invade. Tira el abrigo donde le viene en gana, se quita los zapatos en la sala, lava los trastes en la noche, deja la tapa del excusado arriba. No hay gritos o reproches indescifrables. Disfruta el silencio que permea las paredes aun con la tv encendida. Le encanta dormir con calcetines y poder invitar a cuanto ser vivo se le antoje. El momento más feliz ahí: el que comparte con sus hijos cada fin de semana.Una mujer brinda en un bar. Se le ve radiante, lista a conquistar si no el mundo, al menos a uno de los treintañeros y cuarentones que atiborran el lugar. No le significará un gran reto: viste un escote rojo inacabable, dorados tacones de aguja y unas gotas de Crystal Noir. Además, cuenta con un cuerpo recuperado en el gimnasio y esa sonrisa que se niega a abandonarla: ya no hay marido que llegue a las seis de la mañana oliendo a alcohol, cigarro, sudor propio y ajeno. Ni críticas ofensivas a su forma de vestir. Ya nadie “le da permiso” para salir. Hace once meses, 30 días y 23 horas con 59 minutos que está sola y brinda por seguir así.Un grupo de locos cumple un año de convivir, de trabajar juntos, de ofrecer su mejor esfuerzo. emeequis ha tenido el privilegio de estar hecha con la intensidad y la pasión de los que empiezan. Trescientos sesenta y cinco días. Cincuenta y dos semanas. Doce meses. Un año.